En un giro que evoca los misterios de la física y la imaginación de la ciencia ficción, la Universidad de Illinois Urbana-Champaign ha traspasado los límites del conocimiento al confirmar la existencia de la enigmática partícula conocida como el “Demonio”. Hace más de seis décadas, el renombrado físico teórico David Pines planteó la teoría de este inusual componente, que desafía las nociones convencionales de la materia.
La historia comienza en 1956, cuando David Pines sugirió que los electrones en un sólido podrían unirse en una partícula compuesta sin masa, neutral y sin interacción con la luz: el “Demonio”. La comunidad científica se adentró en un mar de especulaciones sobre su existencia y su influencia en la conducta de los metales. Sin embargo, esta partícula permaneció esquiva, escapando a la observación durante décadas.
Hasta ahora. El equipo dirigido por el profesor de física Peter Abbamonte ha hecho historia al desentrañar el secreto del “Demonio”. Con una técnica experimental audaz, estimularon los modos electrónicos de un material hasta detectar la firma característica del “Demonio” en el rutenato de estroncio metálico. Abbamonte explica emocionado: “Los Demonios han sido teorizados por mucho tiempo, pero nunca explorados por experimentadores. No estábamos buscándolos, pero estábamos en el camino correcto y finalmente los encontramos”.
El impacto de este descubrimiento resuena en la física de la materia condensada. Los electrones, en estado sólido, pierden su individualidad en un ballet eléctrico que los fusiona en estructuras colectivas llamadas plasmones. Aquí es donde el “Demonio” desafía las reglas. A diferencia de otros, puede existir a cualquier temperatura debido a su distribución en varias bandas de energía. Esto despeja el camino para una comprensión más profunda de los metales de múltiples bandas.
El “Demonio” lleva consigo una cualidad intrigante: su neutralidad eléctrica lo hace casi invisible en experimentos convencionales basados en la interacción con la luz. Abbamonte desvela el desafío: “Dado que los demonios son eléctricamente neutros, la interacción con la luz es inexistente”. Para detectarlo, se necesitó una perspectiva completamente nueva.
Este logro no solo sacude los cimientos de la física, sino que también brinda nuevas vías para entender los materiales y sus comportamientos, abriendo la puerta a futuras innovaciones en la ciencia de materiales. La partícula que una vez vivió en las mentes de los visionarios ahora forma parte de la realidad tangible, desafiando nuestras nociones preconcebidas y guiando la marcha hacia un mundo microscópico aún más sorprendente.
La Organización de las Naciones Unidas proclama el 18 de septiembre como Día Internacional de la Igualdad Salarial, con la finalidad de resaltar la importancia de equipar la igualdad salarial por un trabajo de igual valor. La igualdad salarial o igualdad de remuneración se refiere al derecho de hombres y mujeres a recibir una remuneración equitativa por trabajos de igual valor. Este concepto considera factores como competencias, condiciones laborales, calificaciones y niveles de responsabilidad en el desempeño del puesto. Además, la igualdad salarial refuerza los derechos humanos y la igualdad de género, y cuenta con el respaldo de actores clave como la comunidad internacional, la sociedad civil, agencias de ONU Mujeres, los Estados Miembros y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Como antecedente histórico, tras la Segunda Guerra Mundial, en 1951 se estableció el Convenio sobre Igualdad de Remuneración, reconocido como el primer instrumento internacional que impulsó la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral, ocupando posiciones en la primera línea de producción en varios países. La creación de este convenio surgió como respuesta a la desigualdad salarial, vista como una clara forma de discriminación laboral. Este hito marcó el comienzo de un avance significativo hacia una mayor igualdad de género en el mercado laboral, estableciendo las bases para eliminar brechas económicas y promover un entorno laboral más justo e inclusivo. https://www.tiktok.com/@mscnoticias
La leyenda de Rómulo y Remo narra la historia de los fundadores míticos de Roma. Según el relato, Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas, estableció la ciudad de Alba Longa a orillas del río Tíber. A lo largo de los años, sus descendientes reinaron sobre esta ciudad, hasta llegar a Numitor y su hermano Amulio. Amulio destronó a Numitor y, para evitar que tuviera descendencia que reclamara el trono, obligó a su hija, Rea Silvia, a convertirse en sacerdotisa de la diosa Vesta, asegurando así su virginidad. Sin embargo, Marte, el dios de la guerra, se unió a Rea Silvia, quien dio a luz a los gemelos Rómulo y Remo. Temiendo por su vida, Amulio ordenó que los recién nacidos fueran arrojados al Tíber en una canasta. La corriente los llevó hasta la zona de las siete colinas, cerca de la desembocadura del Tíber. Allí, una loba llamada Luperca los descubrió mientras bebía agua. Ella los llevó a su guarida en el Monte Palatino y los amamantó hasta que un pastor los encontró. El pastor y su esposa criaron a los mellizos, quienes al llegar a la adultez restauraron a Numitor en el trono de Alba Longa. Rómulo y Remo decidieron fundar una nueva ciudad como colonia de Alba Longa en el lugar donde la loba los había protegido. Así nació Roma, con Rómulo y Remo como sus primeros reyes. El mito de la loba que amamantó a los gemelos ha sido objeto de diversas interpretaciones. Algunos creen que la loba fue en realidad una mujer que cuidó de ellos, ya que el término latino “lupa” también se usaba para referirse despectivamente a las prostitutas de la época. Este relato, cargado de simbolismo, es fundamental para entender el origen mítico de una de las civilizaciones más influyentes de la historia. https://www.tiktok.com/@mscnoticias