Cerrando con broche de oro
Durante tres días, 250 infantes disfrutaron de actividades recreativas, deportivas y otras para reforzar el trabajo en equipo
A pocos días del comienzo de la rutina escolar, Coposa desarrolló un nutrido programa de actividades dirigido a 250 niños, hijos de los colaboradores de la empresa, quienes disfrutaron de un amplio repertorio de actividades, donde el entretenimiento y el reforzamiento de valores, fueron los protagonistas de tres días de sana diversión.
Es así como, infantes de edades comprendidas entre 7 y 12 años, disfrutaron de las atracciones que brinda el Centro Turístico Las Matas, en el estado Portuguesa, donde tuvieron la oportunidad de montar a caballo, jugar tirolina, yincanas, pared de escalar y otros juegos divertidos. También visitaron las instalaciones de la planta Coposa ubicada en Acarigua, donde transcurrieron una mañana llena de sorpresas, donde también utilizaron las atracciones dispuestas en estos espacios como cama elástica, brinca-brinca, además de saborearon ricas meriendas.
La música también tuvo su espacio en este lugar, con una tarde retro, show de dobles realizados por los niños, múltiples sketch por parte de los recreadores, y para finalizar, las ocurrencias del payaso Pitillito, quien hizo reír a grandes y chicos.
Además de la sana diversión, los participantes tuvieron la oportunidad de realizar ejercicios de integración junto a recreadores, tomando como base el tema de los valores. La responsabilidad, honestidad, sinceridad y compañerismo, tuvieron su espacio en estos tres días, a través de mensajes que compartieron los niños, en una actividad que los unió más como equipo, realzando la necesidad de inculcar normas de conductas y actitudes desde temprana edad para una mejor convivencia ciudadana.
José Avilés, gerente de Gestión Humana de Coposa, se mostró complacido por el éxito de la actividad, “la cual además de brindar diversión y distracción a los hijos de nuestros colaboradores, nos permitió reforzar en los niños, los valores que inspiran a una sana convivencia ciudadana, para formarlos como hombres y mujeres del futuro”.
El araguaney es un árbol emblemático de Venezuela y es conocido por su hermosa floración amarilla que cubre sus ramas. Su nombre científico es Tabebuia chrysantha y pertenece a la familia Bignoniaceae. El araguaney es considerado el árbol nacional de Venezuela debido a su belleza y prominencia en el paisaje venezolano. El Día del Araguaney se celebra el 29 de mayo de cada año en Venezuela. Esta fecha fue establecida en honor al araguaney como un símbolo de la belleza natural del país. El araguaney se encuentra principalmente en la región central de Venezuela, pero también se puede encontrar en otras áreas del país. La elección del araguaney como árbol nacional y la celebración de su día se basa en su importancia cultural y estética para los venezolanos. La floración del araguaney marca el inicio de la temporada de lluvias en Venezuela y se considera un signo de renacimiento y esperanza. La exuberante floración amarilla del araguaney se ha convertido en un símbolo de la identidad nacional y se representa en el arte, la literatura y la música venezolana. El Día del Araguaney se celebra con actividades y eventos que destacan la belleza del árbol y promueven la conservación de la flora y fauna venezolana. Es una ocasión para resaltar la importancia de proteger y preservar el patrimonio natural del país.
En un pequeño pueblo llamado Güigüe, al sur del Lago de Valencia en Venezuela, se encuentra un antiguo reloj que cautiva la atención de propios y extraños. Este fascinante artefacto, creado por hábiles artesanos españoles en el siglo XIX, va más allá de la simple medición del tiempo. Además de ser un reloj, alberga un termómetro, un barómetro y una elegante veleta en su parte superior. El reloj, conocido como “El Reloj de Güigüe”, ostenta dos placas que revelan parte de su historia. Una de ellas lleva grabado el nombre “Hacienda El Trompillo, General J.V. Gómez”, mientras que la otra muestra con orgullo los datos “El Trompillo, altura sobre el nivel del mar 472 metros, distancia a Maracay 58 Kms”. Estas inscripciones revelan sus vínculos con figuras prominentes del pasado. En aquel entonces, el ilustre presidente venezolano, Antonio Guzmán Blanco, trajo consigo este reloj hasta el pueblo para llevar un control preciso de las jornadas laborales de sus trabajadores en las extensas tierras que atendían. Sin embargo, la historia adquiere un giro sorprendente cuando el reloj cambia de dueño y pasa a manos del dictador que gobernaba Venezuela, el General Juan Vicente Gómez. Se cuenta que, poco antes de su muerte, consciente de que sus posesiones iban a pasar a otras manos, maldijo el reloj. Según los cuentos que se transmiten de generación en generación en el pueblo, el reloj se detuvo exactamente en el momento de su fallecimiento. Después de aquel suceso, el reloj fue trasladado al pueblo en un estado de deterioro total, ya que anteriormente se encontraba en el patio central de la Hacienda El Trompillo. Actualmente, reposa en la plaza Ávila de Guigue, junto a la imponente iglesia local. Aunque fue reparado en su momento para marcar las horas parroquiales del pueblo, el destino parece jugarle malas pasadas. Se dice que cada vez que el reloj es reparado, una serie de acontecimientos trágicos se desencadenan. Un operario italiano, encargado de su mantenimiento, logró ponerlo en funcionamiento nuevamente, pero pagó un alto precio por ello, pues el día de su regreso a su tierra natal, encontró la muerte de manera súbita. La leyenda cobra aún más fuerza cuando Andrés Mijares, gran amigo del italiano, decide honrar su memoria reparando el reloj. Con valentía y determinación, logra que el mecanismo vuelva a funcionar, pero solo por un día. Al día siguiente, el reloj se detiene nuevamente, marcando la hora exacta de la muerte de Mijares. A partir de ese momento, nadie se atrevió a tocar el reloj por temor a la supuesta maldición que lo rodea. Después de muchos años un relojero se ofreció para arreglarlo y después de un poco de dificultad logro ponerlo en marcha por unas semanas antes de detenerse abruptamente, a la misma hora en que este relojero perdió a vida en una ciudad cercana. Desde entonces se corrió la Leyenda en toda la región central de Venezuela, de que aquel que repara “El Reloj de Güigüe”, que prepare el testamento porque le quedan pocas horas de vida. Fuente de la Información: Steemit